miércoles, 4 de mayo de 2016

Turbo Kid (F. Simard y Anouk y Yoann-Karl Whissell, 2015)


Chute de nostalgia ochentera


Los nostálgicos y amantes de todo ese cine que nos dejó la década de los 80 están de enhorabuena. Porque sí, porque Turbo Kid es la película ideal para todos ellos o incluso para los que han pasado página pero que no podrán evitar un pequeño escalofrío al presenciar el ejercicio que nos presentan estos tres directores. Todo un canto a una época, un pastiche de géneros tan efectivo como entrañable y que en su hora y media de duración, propone un alocado viaje a través del cómic, de las BMX y de malos malísimos sacados de una copia barata de Mad Max. Una pequeña bizarrada dirigida con el único objetivo de hacer disfrutar. Y lo consigue con creces.
Turbo Kid es el debut en el largo de los canadienses François Simard, Anouk Whissell y Yoann-Karl Whissell y no es más que la versión extendida de su cortometraje T is for Turbo, que fue uno de los segmentos presentados para la antología The ABC's of death

La película nos traslada a un futuro post-apocalíptico donde escasea el agua y las bandas aprovechan una situación caótica para hacerse con el control. En ese mundo sobrevive The Kid, un joven obsesionado con un cómic retro titulado "Turbo Rider" y con los objetos que guarda en su búnker personal. Un día conoce a una chica llamada Apple y se verán abocados a enfrentarse a una de las bandas más peligrosas, liderada por el temible Zeus. 

El veterano actor Michael Ironside da vida al temible villano Zeus.


Sí, todo lo que nos va a ir contando Turbo Kid nos suena a Mad Max, sobre todo ese mundo al borde del final donde el agua es un bien preciado y en sus villanos, pero también a esa entrañable cutrez titulada Los bicivoladores (Brian Trenchard-Smith, 1983). Pero también nos sonará a otro buen puñado de títulos. A través de numerosas referencias, Simard y los dos Whissell se marcan un ejercicio de nostálgica rodado con alegría y que transita sin ningún tipo de pudor por la aventura, el romance, la acción, el western y el gore. Si, el gore. Porque Turbo Kid tiene litros y litros de sangre que salpican a la pantalla. Todo ello con un aroma a serie B, con unos efectos especiales cutrecillos y la fuerza de una banda sonora en la que priman los sintetizadores. 

No es que no se tome en serio. Al contrario, Turbo Kid está realizada como un divertimento puro y duro que se empeña desde el primer minuto en llenarnos de melancolía. Y aunque es cierto que podría explotar mucho más su potencial, no pierde esa frescura que nos transmite desde la primera canción. Es un chute nostálgico donde cobra mucha fuerza su pareja protagonista, Munro Chambers y Laurence Leboeuf -sobre todo la segunda-, y un malo malísimo, con menos minutos de los que nos gustaría, al que da vida el veterano Michael Ironside. Una frikada tan entrañable como recomendable. Un viaje al pasado, al cine con el que crecimos, al que se le ve que se le ha puesto mucho corazón.

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